Del Recuerdo...

José Miguel Santibáñez
5 de Abril de 2009

"Asomate a tu reja, paloma mia. Antes que nos descubra, la luz del día; la noche está oscura y cierra sus ojos, a nuestra locura..."

El pasado 2 de abril, se celebraron 15 años de famadit, Fundación  Ana María Allendes para la Dignificación del Teatro de Muñecos, y como parte de la ceremonia, se presentó la obra de marionetas "La Serenata" de Lila Bianchi, a la que pertenecen los versos que inician esta columna. Es una obra musical que siempre me ha gustado, pero que relata un evento de otra época, cuando una relación de pareja sólo podía funcionar en vivo y en directo, sin enganches via email, chat o facebook. Y claro, las relaciones se limitaban fuertemente por un tema geográfico. Conocer a alguien de otra ciudad o país, sin que mediara viaje, era una situación muy excepcional (y aunque se concertaban matrimonios a la distancia, los novios rara vez sabían algo el uno del otro, pero lo asumían bajo otro prisma).

La limitación geográfica, que hoy va desapareciendo a pasos agigantados (gracias a foros, páginas web, sistemas de mensajería, celulares y por supuesto facebook) debiera ser analizada con mayor cautela. No sólo por casos trágicos como el de María Nataly Arias, de 16 años, que desapareció el pasado 28 de enero cuando iba a reunirse con un "novio virtual" cerca de su natal Puerto Aysen, y que habría sido asesinada violentamente (su cadaver apareció hace 14 días).

Hay otra razón por la que se debe analizar y, quizá reconsiderar. Y no es fácil de asimilar.

Nace de  comprobar empíricamente la ecuación:

Compasión =

 Podría haberme pasado a mi


Menos mal que no me pasó a mi

o en palabras más humanas, que la compasión es tan grande como la capacidad de ponerse en el lugar de los demás (si él sufre, yo sufro) y tan pequeña como grande es el alivio de que no me ocurra a mi.

La compasión va de la mano de la empatía (la primera es más física, la segunda más emocional) y personas como David Wong (en cracked.com) creen que el desarrollo de una y otra es más eficaz y completa en ambientes de alta diversidad, y particularmente, con la existencia de "gente molesta" (colocar allí cualquier conjunto de atributos de caracter que le parezcan molestos), tanto quienes son desconocidos y demuestran claramente lo que ocurre cuando no se respeta el "metro cuadrado personal" como con los conocidos que nos ayudan a desarrollar esa tolerancia hacia algunas actitudes molestas, (sea a cambio de algo de tranquilidad familiar cuando el molestoso es un pariente o de la amistad que esa persona nos brinda).

Y por ello existe un temor. Cuando las personas empiezan a utilizar la tecnología como mecanismo para aislarse de la gente molesta (y en muchos aspectos pasa a ser la razón más recurrente para usar la tecnología) también disminuyen su interacción con gente molesta y baja el nivel de desarrollo de las características de compasión y empatía. Sin justificar en nada el asesinato de un ser humano, quizá un poco más de compasión habría salvado la vida de María Nataly. Pero es un hecho, que cada vez las personas tienen menos amigos en los que pueden confiar y dependen más de sus relaciones virtuales donde, simplemente, sólo conocen la cara que el otro _quiere_ mostrar y que puede ser muy diferente de la realidad. (hay tantos chistes gráficos en internet, que sólo enlazaré el primero de ellos)

Eso si, a la ecuación antes mencionada (y que fue ideada por Craig Damrauer, de New Math) creo que se debe agregar un elemento más: la presencia de ejemplos reales (positivos o negativos). No importa cuan compasivo o empático sea una persona; si la educaron creyendo en el racismo, la compasión por las "razas inferiores", también será inferior. Y al contrario, espero que también ocurra: la presencia de gente compasiva debiera ayudar al desarrollo personal de las mismas.

Y espero que ocurra, pues conocí a una persona profundamente compasiva. Muchas historias se podrán contar de ella, pero me limitaré a un único botón menor de muestra. Cuando Ana María Allendes decidió iniciarse en la actividad de los títeres hace ya 35 años, su tía, Raquel Ossa, le dijo que no podría presentarse sola, así que tomó el curso con ella; no satisfecha con eso, se encargó de hacer la mayoría de las figuras para la obra que presentarían: El Principito... Y luego, simplemente permitió que Ana María se desarrollara por si misma. Es mi impresión que FAMADIT no existiría como tal, si no hubiese sido por ese acto de cariño y compasión y quizá la Serenata de Lila Bianchi no habría visto la luz (de la luna) para delicia de adultos y niños.

Tuve el orgullo de conocer a Raquel Ossa y llamarla mi Madrina.